Vendo
mi hospicio de almas
de
meses y años pasados.
Lo
vendo porque ya no me caben tantas
y
no puedo parar de recogerlas.
Empecé
con el alma de una hormiga,
pequeña
y peleona, siguió una margarita,
una
amapola, una planta de cicuta,
un
desdeñado minino, tres perros,
cuarenta
plantas de albahaca,
cien
corazones perdidos;
todos
atrapados en mi retina,
esa
que siempre tiene sueño.
Cuando
alguien se la quede
le
regalaré una caja de pastas de hojaldre
y
un bizcocho de chocolate blanco con
zanahoria
–que
aunque suene raro
me
sale muy rico-
Podré
volver a mirar el horizonte
sin
portar nada ni a nadie,
con
la barbilla bien alta
y
la mirada despejada y mía.
Nená de la Torriente
¿Y no sentirás tristeza después?
ResponderEliminarSólo sentiré lo afortunada que he sido, que hayan querido anidar en mí por un tiempo -sea el que sea-.
ResponderEliminarBesote,
Nená