domingo, 23 de septiembre de 2012


Más allá de este cielo 
de bandas de acuarela,
anchas,  estrechas,
a baja,  elevada y a mediana altura, 
de este Madrid ciego y antiguo, 
hay una ciudad que respira, 
que nos sobrevive nueva. 

No somos nosotros, 
habitantes de esquinas, 
agujeros,  estancos, 
figuras geométricas, 
no somos la historia que ella escribe 
ni el agua con que se lava la cara. 

Hoy la he mirado a los ojos 
y he sentido todo su peso,
su lastre de siglos, 
toda su cruz y desasosiego,  y 
en un guiño imperceptible, 
el rabioso pulso de su excelencia. 



Nená de la Torriente