Esa
extravagancia
de
sólo te quiero si tú me quieres,
si
me mimas, si me buscas,
si
preparas el encuentro.
Ese
antojo infantil, vano, aniñado
pero
nada tierno,
disfraza
la caricatura del amor
en
demasiados hombres
-y
desiertas mujeres-
Uno
se aburre de andar de labio a labio
escuchando
ahora sí, ahora no,
quizá
mañana.
¡Qué
pite el tren, qué arranque
la
vía como se monda una fruta!
¿Qué
importan las formas si el tiempo
muerde
las puntas del hueso?
Si
fuéramos más estúpidos, ya nos habrían
sacado
diente a diente hasta
el mismísimo raigón.
Nená de la Torriente