viernes, 28 de septiembre de 2012



Hemos vuelto a rozarnos las yemas 
sin darnos cuenta, 
no lo niegues. 
No creo en el destino, 
tampoco en ti. 





Quizá tu cielo extrañaba el mío 
y quiso darse una vuelta por estos aires, 
o fue quizá una razón de latido ambigua 
como todas las cosas. 
Todo lo que nace del trueno 
no lleva necesariamente al rayo, 
pero si a un repique extraño de sonidos oblicuos. 
Tú me recuerdas –a ratos cortos- 
y yo te recuerdo –a mis ratos-, 
como los amigos que pudieron ser 
y no pudieron,  o pudiendo no quisieron. 
Creo que nunca dejamos de ser unos necios. 
Anda, dame un beso. 


Nená de la Torriente