Así
nos va,
mirando la espalda al inmediato
que
suele ser el adversario, el hostil,
el
discrepante, y
debería
de ser el amigo.
Que
tendríamos que ser su semejante.
Que deberíamos dividir nuestro pan,
que
compartir nuestras alegrías,
que
mostrarle nuestras heridas, y
sólo
es un rival.
Le
queremos lo más lejos posible.
Al
enemigo ni agua, de pan ni hablemos.
¿Darle
alegrías? ¿Estamos locos?
De
mostrarle algo, ni una debilidad.
Así
nos va.
Islas, isletas, cayos, atolones, islotes.
Somos ‘Crusoes’, jugando a un parchís
en
blanco y negro.
Nená de la Torriente