Dicen
que alguien pensó
que
una vez quiso a una mujer sencilla,
pero
viéndola tan sencilla
intuyó que su atlas estaba doblado,
no
con un doblez,
sino con
tantos como un delicado
pañuelo guardado en su bolsillo.
Dicen
que hubo días que anduvo
siguiéndola, escondido,
a
hurtadillas, como un lobo
que
rastrea lo que desea.
Y
tanto buscó sus huellas que se
enamoró
de sí mismo,
hasta
verse como la raíz de la
más
hermosa sabina,
y destilar sus hojas
hasta lograr la
mejor ginebra.
Dicen
que alguien dijo que una vez,
una
mujer sencilla consiguió
sin
querer, apenas sin darse cuenta,
que
un hombre sencillo se amase con locura
como nunca nadie
se había amado.
Nená de la Torriente