Ven
y bebe conmigo, tú y tú,
y
aquella chica morena escondida
detrás
de las rocas.
Hagamos
una fiesta porque no
tenemos
nada que celebrar.
Saltemos
sobre la arena, sobre la hierba,
sobre
la cama aún deshecha.
Seamos
pluma, acero o llanto;
quizá mejor la sonrisa,
termina
quedándose a vivir contigo
si
la sostienes un rato.
Juguemos, riamos un
sábado cualquiera, porque es sábado,
como
podía ser domingo,
y
tenemos ojos y corazón, y un cerebro
encendido
a ratos,
y
cuando nos quedamos a solas
no
dejamos de hablar,
aunque
sea en un parlamento vacío
o
en el mutismo más cauteloso,
tal
vez pensando en el planeta, o tú
en
alguien muy especial.
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