No
me llames huraña
porque
no me importe
lo
que pienses tú, o tú,
o
aquel, sobre esto o
sobre
aquello.
Me
importa que tú, y tú,
y
aquel, sonriáis todo
el
tiempo, o el mayor
tiempo
posible,
si
sonreír implica estar contento.
Pero
no me pidas que dé
peso
a las opiniones sólo
porque
sí,
por
el hecho de que quien
las
profirió respira.
No
puedo.
La
opinión casi no tiene
peso, es un 2 Pitagórico,
no
es un 1, no es la Verdad.
Es
mudable, coquetea
y
a menudo
carece
de fundamento.
Va, viene, se inclina,
si
has bebido es una,
si
has comido picante
¡es
otra!
Si
eres brillante es brillante,
si
no lo eres, no brilla.
No
me llames huraña.
Nená de la Torriente