Acepta
mis manos sobre tu rostro
tímidamente
buscándote,
no
te inquietes,
deja
que te eche de menos.
Como
el ciego reconoce, así
busca
mi memoria tus ojos,
tu
nariz, tus labios.
No
te alarmes,
no
soy un espíritu de aire
si
presientes un roce,
o
una caricia distinta
que
se pose en tus hombros
y
recorra tus brazos hasta
acabar
en tus dedos.
Hoy
déjame ser la invidente
que
te traiga hasta mí.
Nená de la Torriente
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