No
sé quitarles los zapatos a mis versos.
A
pesar de su evidente levedad
ellos
protestan y me piden que les deje
más
espacio.
He
visto como posabas el aire de tu silueta
en
una hoja de avellano
y
me he fascinado.
Hubiera
dado cualquier cosa por tomar un
poco
de ese aliento,
como
quien coge del soplo prohibido.
El
lastre gravoso tira de los cuerpos
como
la luna levanta los océanos,
sólo
en el punto exacto de tu mano
no
existe la gravedad.
Allí
las letras ondean sin el caos de los
que
no saben dónde dirigirse,
conocen
su sitio y su espacio, pero juegan
sin
la conciencia de estar jugando.
Nená de la Torriente
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