La
gota golpea el cristal,
salpica
en la tierra ya oscurecida,
hace
un guiño a la menta verde
y
me susurra
¡Escribe!
¡Escribe! ¡Escribe!
¡Escribe!
¡Escribe! ¡Escribe!
Así
una y otra van cayendo
sacudiendo
los cristales
a
voces, como niños rebeldes
saliendo
de los patios.
“Dónde
vas marinerito sin velero,
que
este mar no te conoce
y
está fiero….”
El
cielo se desploma a pedazos,
como
una punta clava la tierra
y
borra el suelo.
¿Dónde
se lleva los tallos más pequeños
y la perseverante semillita que la riego?
Nacerá
en otro prado, o
en cualquier secano
al oeste de este extremo.
Lejos
de mis ojos color pescado,
quizá
cerca de los tuyos color ojo.
Llévame
contigo aguacero y
deja
que sea semilla en otro suelo.
Déjame
ser ese verso encendido
que libremente acabe otro.
Nená de la
Torriente