Todas
las campanas despiertan
añorando
un aire nuevo,
pero
el bronce araña el cielo
con
su paciente resonancia.
La
nube se extiende como
un
palo largo de escoba,
para
que suban las notas,
una
a una con su eco.
Es
domingo y la chicharra
adormece
a la propia chicharra,
y
la cama parece el elíseo más
deleitable.
Suave, ceñidora,
cálida, muda y sin caprichos.
Haces
la cruz, el ángel,
la
voltereta, el contrapunto,
y
ella sigue allí,
se
arruga,
se
plancha,
se
arruga,
se
plancha,
se
arruga.
Nená de la Torriente
¡Me encantan los domingos por la mañana, el saber que te puedes quedar en la cama todo lo que quieras, que no hay prisas, que todo es una fiesta!!!!
ResponderEliminarSiii, es el regusto de quedarse quieta, y no saber qué será del día, levantarse a tomar un café y correr a la cama antes de que se hayan enfriado demasiado las sábanas. Ser consciente del abandono y sonreír un poco, aunque sea un poco.
ResponderEliminarBesazo de domingo, coeli.
Nená