martes, 4 de septiembre de 2012



Las lámparas de la noche se encienden 
una por cada pulso que se desvanece. 
Ya no bastan las estrellas del cielo 
ni que los ángeles bailen una cumbia 
o un alegre joropo. 
Creer es de ingenuos,  como de inocentes 
es aceptar lo que no se toca, 
por eso el hombre carga con tantas cruces, 
las propias,  y las que imagina, 
y así nunca le salen las cuentas. 
Reivindico la necesidad de ser crédulo, 
como la de ser inocente y de rozar aquello 
que no se ve, 
no hace falta que los ángeles bailen en la ciudad 
de Pocabuy,  ni que agiten el cielo. 
Ser siendo una sola pluma de una de sus alas 
y sostener,  por una vez, 
que todo puede ser posible. 
La amistad  empieza con el hilo minúsculo 
de la tela de una araña. 
Pensar de otro modo,  tal vez, 
sólo tal vez,  sea perder  generosamente 
el tiempo.  




Nená de la Torriente

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