Parecíamos
huérfanos sin hambre,
un
camino de arena y sólo un par de curvas,
como
si el mundo hubiese sido trazado
por
una mano aburrida y lánguida
cansada
de sí misma;
porque
el mundo
estaba
hecho de giros y piruetas,
malas
voces y gestos de villanía
que
no queríamos ver.
De
tanto cerrar los ojos,
bajar
la barbilla y
hacer
del camino
una anodina línea recta,
nos
convertimos en los ciegos
que
escuchan,
y
fuimos capturando palabras,
sonidos, olores, descuidos inocentes
por
aquellos que sólo querían correr,
y
en su afán perdían lo más bello que poseían.
Tú
te quedaste en un recodo del camino,
oliendo
no sé que perfume delicioso.
Yo
seguí escuchando aquellos abandonos
que
sin que se dieran cuenta
iban
bombeando mi corazón.
Hoy
cuando miro a mi alrededor
veo
los giros y las piruetas,
las
personas enteras con sus faltas,
sus
riquezas, y entiendo
que
el mejor modo de mirar el mundo
es
valorando sus imperfecciones.
Nená de la Torriente
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