¿Caprichosa?
No
quiero leer lo que
no
pueda sentir,
y
en una parte de mí
vive
un duende
-o
un anular misterioso-,
capaz
de tocar infinitas cosas.
Él
activa el interruptor del escalofrío,
sabe
que soy primaria,
necesito
pruebas inmediatas
que
irán al cerebro y me harán pensar.
Hay
poemas invertebrados
que
me dejan el encefalograma plano,
y
otros igual de invertebrados
que
activan el electrocardiograma,
que
a su vez moviliza en miles de picos
la
máquina cerebral.
Con
otros vertebradísimos
ocurre
exactamente igual.
Lo
mismo sucede con las personas,
sus
bla bla bla bla hacen que vea labios,
labios
moviéndose -lo más usual-,
pero
una sola palabra con brillo
estimula
mi atención
y
parezco una aspiradora
succionando
contenidos.
Quizá
sea por eso que hablo tanto,
yo
nunca me escucho.
-Es
como tomarse
unas
vacaciones permanentes-
Nená de la Torriente