viernes, 14 de septiembre de 2012


 ¿Caprichosa? 
No quiero leer lo que 
no pueda sentir, 
y en una parte de mí 
vive un duende 
-o un anular misterioso-, 
capaz de tocar infinitas cosas. 
Él activa el interruptor del escalofrío, 
sabe que soy primaria, 
necesito pruebas inmediatas 
que irán al cerebro y me harán pensar. 






Hay poemas invertebrados 
que me dejan el encefalograma plano, 
y otros igual de invertebrados 
que activan el electrocardiograma, 
que a su vez moviliza en miles de picos 
la máquina cerebral. 
Con otros vertebradísimos 
ocurre exactamente igual. 
Lo mismo sucede con las personas, 
sus bla bla bla bla hacen que vea labios, 
labios moviéndose -lo más usual-, 
pero una sola palabra con brillo 
estimula mi atención 
y parezco una aspiradora 
succionando contenidos. 
Quizá sea por eso que hablo tanto, 
yo nunca me escucho. 
-Es como tomarse 
unas vacaciones permanentes- 



Nená de la Torriente