Cuánto
quiera,
cada
línea un pecado libre de peaje.
No
hay censura, ni atención primaria
por
si caigo y me rompo la escápula.
Cara
o cruz, no voy a mirar
lo
que enseñe la moneda,
como
no deshojaré margaritas,
ni
leeré posos en las tazas.
Me
quedo con el último escrito de Batania
de
los atardeceres rojos,
exquisitamente
escrito,
que tan bien le define,
porque
el resto no me arrastra.
Me
quedo con el Idiota, que estulto
ni
poniéndose a propósito, parecería.
Me
quedo con una Eva sutil, piel por debajo
de
la piel, intentando respirar
sin
levantar el aire.
Me
quedo con poetas que no recuerdo sus nombres
que
baten delicioso almíbar.
Me
quedo con la independencia del poeta
que
no se somete al círculo.
Me
quedo con una Poesía Abierta que
siempre
enseña.
Ofrezco
esta loca expendedora,
que
saca una suerte de líneas
todas
distintas y a todas horas.
Ofrezco
una sonrisa nueva
por
cada ojo que me ve y
por
cada ojo que no me mira;
y
una voz
entre
tierna y salvaje
que
cree firmemente
que
aún podemos salvarnos.
Nená de la Torriente