Temblará
aún más el suelo.
El
Generador está funcionando,
las
piezas, su engrase, el motor,
todo
está a pleno rendimiento.
Al
principio una pequeña alarma,
luego
vibró con pequeños estallidos
-supuso
una llamada de atención
para
leerse las instrucciones,
pero
nadie las leyó-
Ahora
ya tiene ritmo constante.
El
Generador de odios
ya
convive entre nosotros.
Odio
el sistema.
Odio
el sentimiento.
Odio
como funcionan.
Odio
lo que hacen.
Odio
lo que harán.
Odio
lo que piensan.
Odio
lo que pensarán.
Odio
lo que están pensando.
Estamos
perdidos.
Cautivos
por una máquina infernal
infructífera, recorta vidas, ulcerante,
productora
de impotencia
física
y mental
¡Pobres
amantes!
¿Nos
quedaremos sin genios?
¿Quién
podrá libertarnos
de
nuestra propia aversión?
¡El
Diluvio, el Diluvio, que llegue el Diluvio!
-¡Ah
no! eso era de otra historia-
Bajemos
al trastero, vayamos al armario,
al
cajón de la cocina,
o
a la caja de herramientas,
cojamos
un martillo, una maza, o un mallo,
y
quebremos entre todos ese rugido constante
del
odiosísimo Generador que sólo
nos
instiga obscenamente a odiar.
Nená de la Torriente