lunes, 3 de septiembre de 2012


Sobrehilada la hiedra a la albahaca, 
a la buganvilla,  a la palmera,
a la arena húmeda de la tarde, 
bajo tres soles desmedidos. 
Uno al amanecer,  con un bostezo de brazos, 
otro alto como un ciprés, 
que nos recuerde lo diminuto del ser 
y la alzada del verbo. 
Y un último sol cercano y naranja, 
el de partida, 
que nos enseñe a bordarnos a ellos 
para no sabernos impares. 




Nená de la Torriente

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