Sé
de un corazón como un prado
que
roza las puntas de las cosas,
que
tiembla con el temblor del suelo
y
sabe tremolar como el viento.
Sé
de un corazón tímido, huidizo,
cansado, tal vez muy cansado.
Lleno
de preguntas sin respuesta,
que
si fuera árbol sería de rama cimbreante
y
tronco berroqueño
-aunque
él no lo sepa-
Sé
de un corazón delicado, asfixiado
como
un gorrión entre ladrillos,
que
a ratos no sabe cómo subir sus plumas
más
allá del tejado sin enfadar al cielo.
Sé
de un corazón que aún ama a su bicicleta.
Nená de la Torriente