Tiembla
la piel,
tiembla
el lunar en el pecho,
las
yemas de los dedos
se
resisten a estarse quietos,
como
el párpado juguetón ahora inquieto.
De
donde vienes, tu propio vientre,
los
granos de la costumbre
se
han enquistado en soldados fieros.
La
opinión ya no es libre,
está
edificada
¡Horror!
Dentro
de un molde tu mente
se
ha acomodado sin que te dieras cuenta.
Cucharita
a cucharita
tienes
que liberarla
y
empezar de cero.
Cero.
Cero.
Cero.
No
me queda tanto tiempo.
Nená de la Torriente