Vértice silencioso de la roca,
ahora
que cubres mi pelo
de
esta tormenta, y lo has hecho
sobre
tantas otras cabezas,
observa
nuestra pobre condición.
La
debilidad de nuestros huesos,
el
tejido que nos cubre,
la escasa humedad que desprendemos.
A
pesar de lo que ves, somos
capaces
de abrir montañas
para
construir túneles, carreteras,
gigantescos
monumentos a la habitabilidad,
pero somos incapaces de entendernos.
Cuanto
más tenemos más necesitamos,
si
tuvimos, siempre echaremos de menos,
si
no tuvimos creemos tener derecho
a
tener alguna vez.
Corremos.
Ladramos.
Los
que susurran, sólo son raros,
esperpentos
sin futuro en el reino
de
los prodigios sociales,
anómalas
realidades sin amigos,
sin
ambición.
Nená de la Torriente