Amenaza
la lluvia subir en cascada
y
que la tierra olvide el olor a mojado.
Tanto
hemos derrochado,
tanto,
que
al caer en las fuentes
ponemos
la boca aún entre risas
pensando
que los pozos
no
se acabarán nunca;
pero
el agua del mar les empuja,
buscando con hambre sus conductos.
Somos
niños mimados,
caprichosos
volteadores de mantas,
esto
me queda y esto disfruto,
el
mañana será de otro.
Ese otro heredará el mismo pensamiento.
El
agua, como el amor es inmenso,
eterno
hasta que deja de serlo,
a
veces se muere antes
de
que tus ojos se hayan cerrado.
Nená de la Torriente
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