sábado, 8 de septiembre de 2012


-Cuando la sombra mide más
que uno mismo-


El desilusionado hiere 
por el sabor amargo de su labio, 
que rozó otra medida 
casi sin darse cuenta, 
por el ojo que le vio casi procurarlo, 
por su propio estómago que se lo recuerda. 
El desilusionado se siente rábido  
porque cree que no fue comprendido, 
y sí lo fue,  pero se equivocó y culpó 
a la otra costa. 
 Cree que no sabe cómo borrarlo todo 
y más se encona. 
Patada tras patada consulta su libro de resistencia: 
Soy humano, 
soy leal, 
soy un caballero. 
Si así fuera,  ya hubiera cerrado 
el armario de letras 
del pudor,  de la vergüenza, 
de la rabia, 
del te odio tanto, 
ni 
una 
sola 
palabra 
más 
cabalgaría por su espacio. 





Nená de la Torriente

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