-Cuando la sombra mide más
que uno mismo-
El
desilusionado hiere
por
el sabor amargo de su labio,
que
rozó otra medida
casi
sin darse cuenta,
por
el ojo que le vio casi procurarlo,
por
su propio estómago que se lo recuerda.
El
desilusionado se siente rábido
porque
cree que no fue comprendido,
y
sí lo fue, pero se equivocó y culpó
a
la otra costa.
Cree que no sabe cómo borrarlo todo
y
más se encona.
Patada
tras patada consulta su libro de resistencia:
Soy
humano,
soy
leal,
soy
un caballero.
Si
así fuera, ya hubiera cerrado
el
armario de letras
del
pudor, de la vergüenza,
de
la rabia,
del
te odio tanto,
y
ni
una
sola
palabra
más
cabalgaría
por su espacio.
Nená de la Torriente
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