Vente
conmigo, vente,
a
este palacio de paredes invisibles.
No
hay puertas ni ventanas,
los
pasillos no se cruzan, ni siquiera
esquinas
para custodiar misterios.
Tú
serás los espacios, tú la puerta,
tú
el camino, la mudez si lo deseas,
todo
el misterio.
Nadie
te hará preguntas.
Nadie
tapará tu espacio.
Nadie
rozará tu palabra si tú no quieres.
Pero
si lo añoras, un cucharón de mimos
te
estará esperando cada segundo,
porque
somos niños,
nos
engañaron,
nunca
dejamos de serlo
y
aquí vestiremos nuestro babi,
nuestra
caja de lápices nuevos
y
nuestro nuevo mundo,
tan antiguo, por estrenar.
Nená de la
Torriente