Me
siento en paz conmigo.
He
crecido deprisa, atenta
a
cosas que pasaban al disloque,
no
he sabido qué era importante
por
el artículo 33, quizá por el 3, 0, 3.
La
magia me inventó una tarde
de
junio ¿o fue en mayo?
con
unos zapatitos de charol negro
que
me compró mi madre.
He
querido hasta la locura y he
sabido
cómo dejarme querer.
Me
he plantado y no acepto ningún
roce
hiriente, desplante, ni palabra
con
filo.
No
soy mejor que nadie,
ni
estupenda,
ni
muy bonita,
ni
muy lista,
pero
estoy aprendiendo a quererme
como
soy capaz de querer a los otros.
Ahora
voy despacio, muy despacio,
porque
en el fondo sé
que
lo mejor de mí
está
por llegar llegando
a
estas manos aún frías.
Nená de la
Torriente