Los
silencios son esas pausas amarillas,
cálidas
si son de sol,
frías
si son de desasosiego.
Amarillas
son las pausas del silencio
porque
el amarillo es el color del enfermo,
que
en su estado no puede decir ni sabe,
sólo
se duele y no comprende.
Yo
abrazo todos los amarillos para que
no
se sientan en desdicha,
la
conformidad de las letras, de las voces,
es
compleja y nos sonroja preguntar.
A
veces las cosas más sencillas e ingenuas
parecen
obstáculos insalvables,
o
aquellos muros de piedra,
los
vemos como juegos de niños;
pero
el bello amarillo nos revuelve,
nos
confunde, nos indispone y nos
postra
en un silencio
innecesariamente
magullado.
Háblate, háblate mucho, no te muerdas por dentro.
Nená de la
Torriente