¡Veo
Veo!
Le
dijo la mano izquierda a la derecha.
Dime
que ves y lo escribiré, contestó ésta.
Mentiras
como sentencias verdaderas,
voces
afónicas, abalorios.
Montones
de arracimadas palabras
aquejosas
por un texto sin alma.
¡Veo
Veo!
Dijo
la mano izquierda a la derecha,
dime
que ves y lo anotaré, contestó ésta.
Laberintos
de sentimientos expósitos
en
caminucos sin firme, llenos de lodo.
Gestos
de amor aprendido,
labios
de ternura con bellos enredos.
¡Veo
Veo!
Dijo
la mano izquierda a la derecha,
dime
que ves y lo apuntaré, contestó ésta.
Tus
ojos.
Celosos
de todo lo que no seas tú,
ausentes de las pupilas que anden cerca,
impávidos
de esas otras que se hallen lejos.
Vendidos
al deseo de gustarte
y
de concederte un nombre dadivoso
en
el forzoso y lamentable trámite
de
ignorar el corazón de los demás.
¿y
aún sigues hablando de amor y
de
ser su autor en el diccionario?
Déjame
al menos que sonría.
Nená de la Torriente