Siento
cómo los nudos
de
mi cuerpo se van deshaciendo
cuando
veo pasar rostros que sonríen.
Noto
cómo el temblor de mis manos
por
las ausencias se calma,
cuando
veo labios amarrados a otros labios.
Sonrío
cuando un rayo de sol revoltoso
ciega
mis ojos un segundo o me
persigue
por la acera,
y
cierro de golpe el libro de los mártires
del
llanto
cuando
en algún sitio,
sea
el que sea,
advierto
que algo bueno está naciendo.
Nená de la Torriente