Hay
mañanas de dulce de manzana.
Mañanas
que el sol parece más amigo,
que
el viento incomoda menos y
hasta
el pelo en los ojos, que ayer
llamabas
‘cabrónido’ del todo,
hoy
te hace sonreír.
Las
hay que aunque llueva
parecen
soleadas.
Hay
mañanas que la gravedad de vivir
desaparece, como lo hace la de ser,
y
eres siendo la levedad del que es
un
pedacito que aún no sabe quien es.
Las
cosas no son importantes,
están
a la derecha, a la izquierda
o
detrás,
pero
nunca delante como una puerta
dándote
en las narices.
Hay
mañanas que todo se dispone
para
que te parezca el día
más
maravilloso del mundo.
Nená de la Torriente