Caprichos, miles de globos
de
desvaríos.
Extravagancias
del yo caprichoso,
del
yo quiero, del antojo sin medida,
del
ojo puesto sin mirada fija.
Odiosos
caprichos para el que los
sufre, eterno castigo para el que los escucha,
aunque
no los sirva en bandeja de mayólica.
Yo
yo yo yo, quiero quiero quiero quiero,
dame
dame dame dame, si si si si, y
tú
en medio mirando como un perruco perdido,
anonadado
por tanta mutabilidad.
Nená de la Torriente