Cuando
eres un desastre
no
te importa la memoria
del
indignado, ni del que
se
ha mofado de ti.
Tampoco
los bailes que haga
el
capote, ni su color,
ni
el algodón hidrófugo con
que
se confecciona,
menos
los casi seis kilos que pesa.
Cuando
eres un desastre
sólo
buscas al toro para que se escape
aunque
te cornee,
aunque
salga corriendo por la M30.
Cuando
eres un desastre dices
que
no te enamoras,
y
quizá te mientas
porque
eres incapaz de contártelo,
y
sigues librando a otros toros
porque
‘ahora es tiempo de’.
Nená de la Torriente