Cuando
te dejas el maquillaje en casa
o
no has tenido tiempo de mirarte
y
aún llevas el antifaz en el bolso,
no
sabes cómo cubrirte el rostro.
Lo
has hecho tan bien siempre,
lo
haces tan bien todos los días, sonríes
con
tanta destreza que no soportas la desnudez
de
tu gesto, tu herida va a advertirse
y
de nada habrán servido tantos días
de
cargar sonrisas como quien porta
margaritas
en una cesta.
Eres
las dos, la que sonríe y la que no,
pero
no muestras la lágrima porque
esa
intimidad desvestida nadie la quiere,
cualquiera
desearía no tener nunca
que
explorarla.
Lo
sabes de sobra.
Nená de la Torriente