No
me olvido.
Siempre
estoy presente en tus cosas,
en
la última fila
en
la misma sombra que da al
otro
lado de la ventana.
Nada
haría que te molestase,
ni
una voz.
Así ato mis machos como
la
brava que llevo dentro
y
sostengo el bramido y el aplauso.
Leo y disfruto
y
disfruto y leo,
-¡ni
te imaginas cuánto!-
y
te dejo calmo,
que sé bien que no soy nadie.
Nená de la Torriente