Si
alguna vez te sientas 
en
mi silla, 
sabrás
de qué te hablo, 
tendrás
a la misma altura 
los
ojos y verás la misma 
porción
de tierra. 
El
olor se irá perdiendo 
con
cada exhalación de 
ti
mismo,  y te dolerá el costado 
por
no haber amado mucho más. 
Cuidarás
cada frunce e ignorarás 
la
palabra arruga. 
Te
gustará balancearte con las cuatro 
patas,  aún sabiendo 
que
pueden partirse. 
‘La
vida es un segundo’,  dirás, 
y
empezarás a sonreír 
como
no lo habías hecho antes. 
Te
verás como esa luz que queda 
después
de una gran tormenta. 
Nená de la Torriente
