Nunca
voy a enojarme contigo
no
sé si porque ya somos hermanos
o
porque alguna noche he sentido tu
etílico
en mi hígado.
Creo
que tenemos una mano gemela,
esa
que me da cachetes cuando soy idiota
y
me llama ‘bocas’ con signos sordomudos.
Tú
me perdonas siempre
y
estás cuando te llamo,
lo
sé porque lo siento,
como
un aliento extraño en el cogote,
y
aunque tú no lo sientas
yo
te habito en algún lugar desierto
de
tu completa o incompleta vida.
Pero
eso siempre lo has sabido
-de una forma o de otra-
querido
hermano, querido amigo.
Nená de la Torriente