Araño
tu pecho
como
si con ello se
abriera
una puerta,
que
no va abrirse.
Son
tus ojos la única ventana
que
dispongo para adentrarte,
y
sabes mantenerla con
cristales
tintados si
estoy
demasiado cerca.
Lo
que no sabes, es que tú
nunca
has conocido a nadie
más
perseverante.
Nená de la Torriente