Tantas
olas, tan altas que alcanzaban
la
curva del sol y su destello
¿Cómo
podía el agua de sal
saber
tantos pasos de baile?
La
fascinación es tan grande
que
atrapa los ojos en un embrujo
que
encadena, como se cuelan las llamas
de
la hoguera en la pupila y hasta
capturan
las favilas danzantes.
Cuando
algo nos asombra,
a
veces es porque no logramos
descifrarlo, otras sin embargo,
es
porque su belleza es un paradigma,
es
imposible no rendirse a sus pies.
Nená de la Torriente