domingo, 17 de febrero de 2013


Tantas olas,  tan altas que alcanzaban 
la curva del sol y su destello 
¿Cómo podía el agua de sal 
saber tantos pasos de baile? 
La fascinación es tan grande 
que atrapa los ojos en un embrujo 
que encadena,  como se cuelan las llamas 
de la hoguera en la pupila y hasta 
capturan las favilas danzantes. 
Cuando algo nos asombra, 
a veces es porque no logramos 
descifrarlo,  otras sin embargo, 
es porque su belleza es un paradigma, 
es imposible no rendirse a sus pies. 



Nená de la Torriente