Si
te dijera que ésta es la última carta
que
le escribo no me creerías,
como
no creen los hombres
en
los ángeles;
pero
acuérdate de cuando eras niño
y
de cómo eras capaz de creer en cosas
increíbles, y préndete ese alfiler.
Si
hablo de él es porque lo conozco
y
es fácil no salir de lo que es tan querido.
El
suelo es firme, el pasado es mío
y
todas las sensaciones.
Puedo
crear imposibles o posibles futuros
y
bailar sobre estrellas con interruptor,
hasta
habitarlas un par de meses
si
se me antoja.
Hasta
puedo besar con los ojos abiertos
los
rostros de personas que he conocido
y
que no he conocido,
y
jugar a una ruleta rusa
y
verme muerta.
La
potestad del que crea no tiene límites,
ni
la misma palabra conoce su contradicción.
Soy
tan libre que hasta el mismo aire
es
menos libre cuando escribo.
Nená de la Torriente