Me
veo en el poema
en
cada letra retorcida,
y
me aliso el pelo,
con
una dificultad inmensa
para
que me leas sencillo
porque
quiero llegarte
y
estar contigo.
Soy
libre, enormemente libre
en
este espacio sin paredes
y
puedo rozarte
y
pensarte
y
vivirte,
y
hasta sentir el tacto de tus dedos
en
cualquier parte del mundo.
Y
aprendo que la libertad no está
en
los debes y haberes,
ni
en los papeles, ni en los tapones
que
estampan en los aeropuertos
y
oficinas,
ni
siquiera detrás, allá en los penales.
Está
en el corazón y en la mente,
en
el espíritu no abatido,
en
el alma que aún no han seducido
las
sombras.
Por
eso te escribo con cada letra retorcida,
peinándome
este pelo díscolo,
y
rozándote a ti, y a ti,
y
al que está tan lejos
y
desconoce mi lengua y aún así me lee,
para
que sigas derrumbando paredes
y
sigas sintiendo el tacto de mis dedos
o
las manos de otros,
y para que jamás abatan tu espíritu.
Nená de la Torriente