sábado, 2 de febrero de 2013




Me veo en el poema 
en cada letra retorcida, 
y me aliso el pelo, 
con una dificultad inmensa 
para que me leas sencillo 
porque quiero llegarte 
y estar contigo. 

Soy libre,  enormemente libre 
en este espacio sin paredes 
y puedo rozarte 
y pensarte 
y vivirte, 
y hasta sentir el tacto de tus dedos 
en cualquier parte del mundo. 

Y aprendo que la libertad no está 
en los debes y haberes, 
ni en los papeles,  ni en los tapones 
que estampan en los aeropuertos 
y oficinas, 
ni siquiera detrás,  allá en los penales. 
Está en el corazón y en la mente, 
en el espíritu no abatido, 
en el alma que aún no han seducido 
las sombras. 

Por eso te escribo con cada letra retorcida, 
peinándome este pelo díscolo, 
y rozándote a ti,  y a ti, 
y al que está tan lejos 
y desconoce mi lengua y aún así me lee, 
para que sigas derrumbando paredes 
y sigas sintiendo el tacto de mis dedos 
o las manos de otros, 
y para que jamás abatan tu espíritu. 



Nená de la Torriente