No
siempre es el mismo canto
ni
el mismo cuerpo
aunque
parezcan idénticos,
ni
siquiera el zapato encaja
en
el -ahora sí- mismo pie.
Nos
quedamos a dormir
en
diferentes estaciones y
crecemos
o menguamos
hasta
un palmo,
porque
ser feliz o no, nos alimenta.
Seguro
que tú andarás pensando
que
la felicidad es una quimera,
y
yo, que es una burda cordura
para
protegerse,
o
un torpe intento de ahorro
en
términos de bienestar.
Pero más absurdo
sería
este trasiego de verbos,
de
incomprensibles dolores,
de
ahora me encuentro,
estuve
perdido,
sin
una palabra: Feliz.
Aunque
sea medible, exigua,
razonable, mudable, caprichosa,
o
incluso como la luna
juegue
intermitentemente
a
desaparecer.
Nená de la Torriente