Hicimos
el reloj
pero
no el tiempo,
por
eso juego a mover
sus
manecillas
cuanto
quiero,
y
ahora hacia atrás
y
ahora hacia delante.
Si
el tiempo no me espera
yo
no le espero,
me
sigo poniendo una flor en el pelo
y
saco la lengua cuando me place.
Él
que haga lo que tenga que hacer
que
yo haré lo que crea más divertido.
Me
gusta ver pasar las estaciones y
ver
cambiar los gestos,
quizá
seas lo único simpático,
pero
el tiempo como tal
nunca
ha sido un enemigo,
sólo
un ‘currante’ a contrato fijo.
Nená de la Torriente