Me
preocupo cuando un amanecer
me
parece idéntico a otro,
cuando
se me olvidan vuestras caras,
cuando
se me escapan las lágrimas
por
emoción mohína o jocosa
y
puedo contenerlas.
Me
preocupo cuando me pido
razones y no me exijo.
Cuando
no me importa un colín mirar
de
frente o más allá de la frente.
Cuando
viendo la desesperación
en
los hospitales no me permiten
ceder
órganos en vida,
con
mi absoluta convicción.
Y
cuando la gente frivoliza con el suicidio
de
las mujeres poetas y su porcentaje,
porque
en el fondo se siguen haciendo
sumas
escandalosas
de
eterno letargo y parálisis.
Nená de la Torriente