Tú
sabes que no sabes nada,
yo
sé que no sé tampoco,
por
eso construimos escaleras
para
ir aprendiendo cosas
que
se nos van olvidando.
Tú
te enfadas por eso, a mí
me
saca una sonrisa, porque tengo
un
vago recuerdo para montar todo
deshaciendo lo cursado,
y
así pasan los días.
Tú
dices que recuerdas y vas avanzando,
yo
que estudio de otro modo
lo
aprendido,
hasta
que vuelva a olvidarlo, claro.
Siempre
sospeché que el docto
era
más infeliz que el ignaro,
cuando
parecía del todo absurdo,
porque
cuanto más supiera, más saber
codiciaría, y más consciente sería
de
su desconocimiento.
Aunque
tú siempre me dijiste encolerizado
que no.
Nená de la Torriente