pero
no estamos solos.
Hay
tantas sonrisas bellas
aguardando
detrás de todas
las
puertas, esperando abrirse
a
otra boca, sentarse al otro lado
de
una mesa y compartir.
Nada
hay tan maravilloso
como
saberse singular entre
singulares, y poder decirlo:
¡Soy
distinto! ¿Y qué?
Aún puedo levantar las mejillas
y
hacer trompetillas con los dedos,
saltar encima de los charcos
y
gritar mi nombre
cualquier
noche de luna llena.
Nená de la Torriente