miércoles, 20 de febrero de 2013

-Gustos sencillos-


Todos piensan en la placidez 
de un prado de hierba recién cortada, 
porque no han tumbado sus espaldas 
sobre esos tallos picudos 
y enojosos. 
Allí,  en la hierba alta, donde hundir el cuerpo 
y quedarse mullido, 
allí está la siesta. 
No tan alta que pase por encima 
una enorme vaca 
y con sus enorme ojos te mire extrañada 
con una pezuña cubriéndote la boca 
-más bien fracturándote la quijada-, 
lo justo de alzada para que el sueño manso 
se arrime a tus ojos confiado de
que no hay más peligro 
que el de alguna hormiga. 
Ese es el paraíso del sueño, 
el paraíso verde de mil olores, 
aunque despiertes con seis habones 
de seis insectos distintos. 



Nená de la Torriente