Deshago
los terrones despacio
en
el néctar del limón helado,
es
como besarte los labios
en
un asedio muy, muy lento,
y
puedo ver caminos
-o eso creo-
y
tu mano en mi mano.
Un
extraño olor a inocencia
que
se me va olvidando;
y
cae una lágrima por la mejilla
rápida
como un disparo,
no
quiere olvidarse de nada.
No
te lleves ni un segundo
-le digo-
déjamelo
un poco más.
Nená de la Torriente