domingo, 3 de febrero de 2013


Las palabras,  las palabras, 
cómo nos alcanzan las muy ladinas. 
Las de amor son tremendas, 
son pases de ida y vuelta trucados. 
Por eso las mastico y prefiero que sean 
en una sola dirección,  hacia todos 
desde uno,  así no puede haber  garlito nunca. 
Las palabras de vitalidad son generosas, 
estimulantes,  como esos masajes por 
manos expertas,  agujas de acupuntura 
en el sitio exacto que te vuelven activo. 
Las de recorrido lento son complejas 
su interpretación siempre pende de un hilo 
y se tiende a pensar en la peor lectura 
-cosa que aún no he comprendido- 
Las palabras rabiosas son regurgitaciones, 
exabruptos,  deyecciones,  lo ínfimo de nosotros, 
nos dirán ‘quiero mover conciencias’ 
y yo sonrío,  porque son divanes de terapeuta 
y patadas en las puertas de un enfado 
mal consentido –lo sé porque las he tenido- 
Las palabras,  las palabras,  a veces saben 
llegar como dardos,  ellas solas,  sin tener puntería, 
y alcanzan ese espacio desaparecido 
que otro andaba buscando, 
pequeños milagros repentinos. 



Nená de la Torriente