Las
palabras, las palabras,
cómo
nos alcanzan las muy ladinas.
Las
de amor son tremendas,
son
pases de ida y vuelta trucados.
Por
eso las mastico y prefiero que sean
en
una sola dirección, hacia todos
desde
uno, así no puede haber garlito nunca.
Las
palabras de vitalidad son generosas,
estimulantes, como esos masajes por
manos
expertas, agujas de acupuntura
en
el sitio exacto que te vuelven activo.
Las
de recorrido lento son complejas
su
interpretación siempre pende de un hilo
y
se tiende a pensar en la peor lectura
-cosa
que aún no he comprendido-
Las
palabras rabiosas son regurgitaciones,
exabruptos, deyecciones, lo ínfimo de nosotros,
nos
dirán ‘quiero mover conciencias’
y
yo sonrío, porque son divanes de terapeuta
y
patadas en las puertas de un enfado
mal
consentido –lo sé porque las he tenido-
Las
palabras, las palabras, a veces saben
llegar
como dardos, ellas solas, sin tener puntería,
y
alcanzan ese espacio desaparecido
que
otro andaba buscando,
pequeños
milagros repentinos.
Nená de la Torriente