Estas
alas del cielo agitándose
día
y noche como anunciando un ocaso,
un
nacimiento,
un
ahora llega, ahora ocurre,
pasará.
Este
viento tan nervudo, al que
puedes
sentirle el cuerpo en este agitar de alas,
azota
con insistencia y empuja
como
si aún no hubieras percibido su mensaje.
¡Vete
Hermes de aire, vete!
Escucho
golpes en la calle,
carteles,
ramas que gritan,
ropas en los tendales que se dejan las señas
por
si no se vuelven a ver,
rodadas
de coches, algún frenazo,
un
ladrido de un perro cada vez más lejano
y
el mar batiéndose desconocido.
¡Vete
Hermes frío, Hermes duro, vete!
Recojo
mis piernas debajo de la escalera
tomo
tarta con los dedos y tarareo:
‘No
te escucho, no te veo,
no
me gusta que me hablen tan alto’.
¡Vete
Hermes alado, vete lejos de este cielo!
Nená de la Torriente