Somos
cristales, curiosos cristales,
los
libros lo saben y nos tienen cautela.
Podemos
arder en cualquier momento y
arrasar
todo lo que esté a nuestro paso
como
un tornado caliente.
Por
eso nos contienen, y nos guardan
una
sola parte, no el alma entera,
porque
el secreto del cristal
es
muy aventurado y peligroso.
No
puedes poner una lupa sobre un papel
un
día soleado,
del
mismo modo ¿cómo verter fuego
sobre
cartones?
Es
difícil estar atrapado y no saber
cuando
saldrá la llamarada
que
lo incendiará todo.
Ese
arrebato, delirio, frenesí, aversión
apasionada, la exaltación,
llegar
a ser como el magma en erupción
entre
setecientos y mil doscientos grados.
Nená de la Torriente