Cuando
todo calla,
cuando todo está en calma
temes la sacudida de un llanto,
el
estruendo de una revuelta,
una
voz más alta,
un
rayo dirigido a tus pies como un aviso.
No
te detienes a disfrutar de ese sosiego
sin
pensar si durará.
No
gozas sin más de su amplitud y de su estado,
de ese
silencio perfecto
como
quien roba un beso
y
se siente ladrón dichoso y hábil.
Así
son todas las cosas
y
así somos de necios,
pequeños
pensadores atribulados.
No
podemos dejar de meditar
hasta dónde
por
qué
y cuánto.
Nená de la Torriente